Volverá la alegría a enredarse con tu voz. A medirse en tus manos y a apoyarse en tu sudor. Borrará duras muecas pintadas sobre un frágil cartón de silencioy el aliento de murga saldrá... a redoblar desterrando la falsa emoción,el beso fugaz A redoblar muchachos la esperanza.Que su latido insista en nuestra sangre para que ésta nunca olvide su rumbo.Porque el corazón no quiere entonar más retiradas...

martes, 21 de noviembre de 2006

Porque el corazón no quiere entonar más retiradas...

Uruguay Montevideo

Tablado:

Especie de anfiteatro. Escenario montado al aire libre.


Teatro de Verano:
Anfiteatro. Parque Rodó. Rambla. Mar.


Los recuerdos son, en la vida de uno, lo que uno mismo es. Dicen que se elige que recordar. De mi infancia, quiero mantener conmigo, las noches de Montevideo, en Carnaval. Un desfile de gente negra, guiados por el sonido de los tambores. Esconderme detrás de mi mamá, cuando descubría llegar a los cabezudos. Creer que eran viejitos, esos que parecían quebrarse con cada paso, en un bailar de gente que a pesar de todo, baila.

Y las risas, de mis padres, la propia, y la del pueblo. Que elige reír, también a pesar de todo.


Carnaval era una fiesta.

Los tablados, para una niña, eran mágicos. Esperábamos que llegarán los grupos, y nos maravillábamos cuando un murguista, vestido de colores brillantes, con trajes imponentes a nuestros ojos de chicos, pasaba por al lado nuestro. Los mirábamos curiosos, como reconociendo una raza diferente.

Y no entendíamos ni una palabra de lo que decían. Hablaban del presidente, de políticos, nosotros escuchábamos nombres de gente que no tenían que ver con nuestras vidas. O al menos, eso creíamos.

Y hablaban del pueblo con hambre, de la falta de cultura, de plata que no iba a donde tenía que ir, de represión… Sabíamos que algo, estaba pasando ahí, en el escenario. Sabíamos que era algo importante.
Pero aun no podíamos entender.

Con el paso de los años, seguí yendo a Montevideo. Los veranos se mezclaron con playas, salidas a bailar, y yo que fui creciendo. Quise estudiar teatro. Creo que algo de esos veranos, cuando era niña, quedó en mí para siempre. Como ese rumbo que no elegimos nosotros, sino que nos elige sin que seamos concientes. También las voces de los murguistas, con sus suplicas por la gente, se quedaron conmigo. Hoy soy en parte, eso que fue y es Montevideo en Carnaval. Mezcla de pueblo que pide justicia, con dolor, pero sobre todo con esperanza (porque si bien piden desde hace mucho, piden cantando, disfrazados y con los rostros maquillados de colores alegres), voces que dicen partirse en noches de tablado, espectadores, actores y cantantes, que en Carnaval se fusionan con un mismo propósito, el de ser país.

“A redoblar muchachos la esperaza
que su latido insista en nuestra sangre
para que esta nunca olvide
su rumbo”

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