Volverá la alegría a enredarse con tu voz. A medirse en tus manos y a apoyarse en tu sudor. Borrará duras muecas pintadas sobre un frágil cartón de silencioy el aliento de murga saldrá... a redoblar desterrando la falsa emoción,el beso fugaz A redoblar muchachos la esperanza.Que su latido insista en nuestra sangre para que ésta nunca olvide su rumbo.Porque el corazón no quiere entonar más retiradas...

jueves, 18 de enero de 2007

"Cual retazo de los suelos"


Encontre un libro que me emociono bastante, me atrapo con pocas palabras... comparto con mis amigos parte de mis emociones ... ahi va parte del libro... si alguien tiene noticias de este libro... me lo pase por favor... gracias!!

"cual retazo de los suelos" anécdotas, invenciones y meditaciones sobre el Carnaval en general y la murga en particular Guillermo Lamolle

UNA DE LAS PALABRAS QUE MÁS FIGURA en los repertorios carnavaleros es "pasión". Además de rimar con corazón, emoción y similares (términos intercambiables que actúan casi como comodín) la palabra pasión resume lo que el murguista siente por su profesión. Es curioso: en el diccionario de sinónimos del Microsoft Word (botón derecho del ratón) aparecen los siguientes: ardor, entusiasmo, efusión, calor, ímpetu, fogosidad, exaltación. No figura por ninguna parte el otro sentido (el original) de la palabra pasión: padecimiento. Bueno, qué puede saber Bill Gates de padecimientos... Sin embargo, es en ese sentido que me gusta usar la palabra pasión, cuando de carnaval se trata. Se parece un poco a la emoción del primer beso, pero también a la del último —cuando sabemos previamente que lo será—.

El carnaval no es un modelo perfecto de "fiesta alegre". Alegres son las vacaciones, alegre puede ser una salida a bailar, un asado, el recreo escolar. El carnaval está lleno de melancolía, de tensión, de nervios, de envidias, de frustración. De energías liberadas de golpe, como en una explosión. Es, en cierto modo, una forma muy terapéutica de descargar presiones acumuladas.

Los murguistas disfrutan cuando la letra que cantan hace reír a la gente, pero más disfrutan cuando hace emocionar al público y —especialmente—, a ellos mismos. No me parece aventurado afirmar que el cuplé es para el público, y la retirada para los murguistas. Porque el cuplé es una cosa más del momento, y la retirada es eterna, conmovedora, y sobre todo eternamente conmovedora, que no es lo mismo. Las canciones que quedan en la memoria, son retiradas, donde todos lamentan tener que partir.

Seamos sensatos, a nadie puede poner tan triste terminar una simple actuación en medio del carnaval, cuando capaz que hay que hacer otra diez minutos después. Los murguistas necesitan exteriorizar su tristeza intrínseca, y lo de la partida es una excusa. Es así. En todo caso, si nos ponemos en antropólogos, podría decirse que una vez exorcizada la tristeza por medio del ritual de la despedida, el murguista está en condiciones de recuperar su alegría. ¿Y dónde vivencia (ahora uso vocabulario de psicólogo) plenamente esa alegría? En la banadera que lo transporta de un tablado a otro. Porque en toda despedida que se precie de tal, se canta algo así corno "nos vamos, pero volveremos". Ese "volveremos" no se lo dice la murga al público como la madre al niño ("mamá va a salir un rato, pero después vuelve"). Nada de eso; la gente es grande. La murga se lo recuerda a sí misma, para que el sufrimiento de la despedida no pase de ser un sufrimiento, justamente, ritual. Los murguistas no son tan adultos cuando están sobre el escenario, y precisan unos mimos de mamá murga. ¿Y para qué quieren volver los murguistas? Para poder despedirse una vez más, y otra, y otra, aumentando la vana ilusión de que será así hasta la eternidad.

De vez en cuando un murguista intenta escapar de ese círculo y dice: "No salgo más". Entonces se despide con mucho más intensidad que habitualmente (tal vez sea eso lo que busca, en realidad, con su decisión). Y al poco tiempo allí está de nuevo. El carnaval es una droga que genera acostumbramiento (de ahí la necesidad de aumentar la dosis de melancolía diciendo que éste es el último año), un fuerte síndrome de abstinencia, y frecuentes recaídas.
No puedo terminar este capítulo sin mencionar las curiosas asociaciones que realicé al escribirlo entre temas tales como: el complejo de Edipo, el miedo a la muerte, la necesidad de autoperpetuación a través de la reproducción e incluso la teoría del gen egoísta.* Obviamente, no voy a ponerme a hablar de todo eso, porque (aparte de ser un poco atrevido de mi parte) sería ir demasiado lejos en un libro sobre carnaval. Pero sirve para ilustrar lo siguiente: cuando uno está dedicado a escribir el repertorio de una murga, tan amplio y abarcativo, a menudo se ve asaltado por asociaciones de cualquier tipo, la mayoría de las cuales deben ser descartadas (por más interesantes que resulten) para que la actuación no corra el riesgo de ser un plomazo, y —previo a ello— para que los murguistas no se vean tentados a colgar al letrista precisamente de los órganos encargados de su autoperpetuación.


"cual retazo de los suelos" Ediciones Trilce - Uruguay Guillermo Lamolle (compositor, director, arreglador y letrista de murga, “Figura Máxima del Carnaval 2005”) Es director y letrista de la murga La Gran Siete, Escribió letras y/o compuso músicas o arreglos corales para las agrupaciones carnavaleras La Gran Muñeca y Momolandia (murgas), Los Sandros (parodistas) y Las Ranas (humoristas). Como solista ha realizado diversos espectáculos. Ha participado en grabaciones de otros músicos como Jorge Lazaroff, Mauricio Ubal, Mariana Ingold, Osvaldo Fattoruso, Jorge Schellemberg, Teresita Minetti y Jaime Roos, entre otros. Canciones suyas fueron ejecutadas por Jorge Lazaroff y el grupo Trifulca. Integra el equipo de coordinación de los Cancioneros del Taller Uruguayo de Música Popular (TUMP), del que es docente.

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